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Hipoalgesia inducida por ejercicio: efectos de restringir el flujo sanguíneo

El entrenamiento oclusivo o con restricción del flujo sanguíneo consiste en la realización de ejercicio físico portando un manguito que ejerce una presión suficiente para reducir el volumen de sangre que llega a una articulación. En la literatura científica podemos encontrar diversos artículos que avalan su seguridad y que han mostrado que puede ser una estrategia interesante para el aumento de masa muscular y fuerza en ciertos contextos. 

Asimismo, es bien conocido que con la realización de ejercicio físico se ponen en marcha una serie de mecanismos fisiológicos que provocan un descenso en la percepción de dolor. Este efecto se conoce como hipoalgesia inducida por ejercicio y puede incluso conseguirse imaginando u observando un movimiento (ver estudio). La pregunta que hoy nos hacemos es ¿qué efectos tiene el entrenamiento oclusivo sobre el umbral de dolor?

Con el objetivo de dar respuesta a esta pregunta hemos acudido a un reciente estudio en el que se compararon los efectos sobre el umbral de dolor que tienen entrenamientos con diferentes cargas y restricciones de flujo sanguíneo. 

Para ello los participantes acudieron al laboratorio en diferentes momentos para realizar 4 series de prensa de pierna (pierna dominante) que en cada ocasión tenía una de las siguientes características: 1) 30% 1RM sin restricción de flujo sanguíneo (LLRE), 2) 30% 1RM con el 40% de restricción del flujo sanguíneo (100%= presión mínima requerida para conseguir una oclusión arterial completa) (BFR40), 3) 30%1RM con el 80% de restricción del flujo sanguíneo (BFR80) o 4) 70%1RM sin restricción de flujo sanguíneo (HLRE). 

Cuando utilizaron las cargas bajas el número de repeticiones fue de 30 en la primera serie y de 15 en las restantes, el tiempo de recuperación fue de 30 segundos. Cuando utilizaron las cargas altas el número de repeticiones fue de 10 todas las series, el tiempo de recuperación fue de 50 segundos. El tempo de realización del ejercicio fue de 1.5:1.5s (concéntrico:excéntrico) en todos los casos. La oclusión se realizó con un manguito colocado en la región próxima del muslo. 

El umbral de dolor por presión (momento en el que la presión ejercida se percibe como dolorosa) en el cuádriceps de la pierna entrenada aumentó con respecto a los valores previos a la realización del ejercicio. A los 5 minutos de finalizar el entrenamiento los participantes presentaron un aumento en la presión necesaria para la aparición de una percepción de dolor en todas las ocasiones; aunque cuando se entrenó con cargas más bajas y sin restricción de flujo sanguíneo aumentó significativamente menos el umbral de dolor que en el resto de días. Por su parte, cuando se entrenó con una mayor oclusión se aumentó sustancialmente más este umbral que cuando el entreno era con cargas más altas o con menos restricción del flujo sanguíneo. 

A las 24 horas se volvieron a realizar las mediciones del umbral de dolor por presión. En esta ocasión se observó que cuando entrenaron sin oclusión el umbral había vuelto a los niveles que tenían antes de realizar el ejercicio. Algo diferente ocurrió cuando entrenaron con el manguito de restricción de flujo de sangre: el umbral seguía por encima de los valores preentrenamiento, un 15% en el caso de BFR40 y un 24% en el de BFR80. Esto, comentan los autores, “podría explicar los hallazgos previos en los que los pacientes reportaban una reducción del dolor al día siguiente de realizar un entrenamiento oclusivo”. 

También se realizaron mediciones del umbral de dolor en zonas no involucradas directamente en el ejercicio realizado. Se eligieron el cuádriceps de la pierna no dominante, así como el trapecio superior no dominante y el bíceps braquial del lado dominante. En estas regiones el umbral de dolor aumentó significativamente a los 5 minutos de realizar el esfuerzo físico en todas las ocasiones; aunque, de nuevo, cuando se entrenó con cargas más bajas y sin restricción de flujo sanguíneo se aumentó significativamente menos el umbral de dolor que tras el resto de tipos de entrenamiento. A las 24 horas el umbral volvió a los niveles previos al ejercicio en todas las mediciones realizadas en todas las ocasiones.  

En la siguiente figura se muestran los cambios producidos en la percepción subjetiva del esfuerzo (RPE) tras la realización de las diferentes series de prensa de pierna. Tras cada una de las series, el esfuerzo fue menor en la condición LLRE que en el resto de tipos de entrenamiento. En las 2 primeras series el RPE en el entrenamiento con menor restricción de flujo sanguíneo fue menos elevado que cuando la restricción era mayor. Al finalizar la tercera y cuarta serie este último entrenamiento provocó una percepción del esfuerzo más elevada que el de menor oclusión y el de mayor carga.

Además del RPE, durante el entrenamiento se evaluaron las molestias musculares. Estas fueron aumentando a medida que aumentaban las series completadas, independientemente de las características del ejercicio realizado. Eso sí, cuando se entrenaba con restricción de flujo sanguíneo las molestias fueron mayores que cuando se entrenaba sin oclusión. A su vez, se observó que, excepto al finalizar la primera de las series, en la condición de mayor restricción de flujo las molestias musculares fueron mayores que cuando esta era menor. 

Se encontró que las molestias musculares postejercicio parecen mediar, en parte, la relación entre el ejercicio y el umbral de dolor. Según los autores esto podría venir por una modulación condicionada del dolor; “el dolor inhibe el dolor”. Otras posibles explicaciones sobre las que hipotetizan son la reducción en la velocidad de conducción nerviosa, el aumento de la presión sanguínea, la acumulación de metabolitos y el reclutamiento de fibras rápidas; todo relacionado con el entrenamiento con restricción de flujo sanguíneo pero no medido en este estudio. 

Para tratar de dilucidar un poco los mecanismos fisiológicos que explican el porqué de estos efectos se evaluaron los cambios producidos en los sistemas opioides y endocannabinoides. En concreto sobre los niveles plasmáticos de betaendorfina (BE) y de 2-araquidonilglicerol (2-AG). Si bien en este último no se encontraron cambios significativos, se encontró un aumento de BE a los 5 minutos de finalizar el entrenamiento BFR40, BFR80 y HLRE, siendo este aumento mayor en aquellas condiciones de entrenamiento en las que se redujo el flujo sanguíneo y explicando aproximadamente un 42% de los efectos de los cambios provocados por el ejercicio en el umbral de dolor.

A las 24 horas de finalizar los entrenamientos los niveles de BE volvían a ser similares a los que se presentaban antes de la realización del ejercicio. Los investigadores responsables del estudio indican que “esto muestra que la persistencia de un umbral de dolor elevado no parece estar relacionada con la producción de opioides endógenos”. En relación a esto, también aducen que es improbable que la reducción de dolor venga explicada por una modulación condicionada del dolor y que la limitación de los efectos hipoalgésicos prolongados solo a la región involucrada en el entrenamiento muestran que los procesos que lo explican deben ser principalmente mecanismos locales de inhibición de dolor. 

Este nuevo trabajo científico vuelve a demostrar que el ejercicio favorece un estado de hipoalgesia sistémico. Y es que si bien es cierto que los efectos sobre el umbral de dolor son más potentes y duraderos en regiones involucradas en la realización del ejercicio, estos también aparecen en zonas alejadas y que no participan de manera directa en la tarea planteada. Como novedad, aporta datos que muestran que cuando el ejercicio es realizado con restricción de flujo sanguíneo, los efectos hipoalgésicos son mayores y tienen mayor duración, pudiendo permanecer 24 horas. Asimismo, queda patente que la cantidad de restricción de flujo sanguíneo es una variable a tener en cuenta cuando se busca la reducción de dolor; en este caso una oclusión del 80% provocó un aumento mayor del umbral doloroso que una del 40%. Por razones obvias, estos hallazgos sitúan al entrenamiento oclusivo como una herramienta interesante para profesionales que trabajen con personas con dolor. 

A tener en cuenta: ya conocemos (ver estudio) que los efectos hipoalgésicos del ejercicio pueden potenciarse mediante un cambio de entendimiento acerca de los mismos. Es decir, que si la persona cree que el ejercicio puede ayudarle a reducir el dolor, el ejercicio provocará un mayor aumento del umbral del dolor. Por ello se recomienda educar a las personas acerca de qué es la hipoalgesia inducida por ejercicio, el tipo de ejercicio que lo provoca, cuánto dura y los posibles mecanismos que lo provocan. 

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