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Terapia cognitiva funcional: dolor de espalda

Hace unos meses publicamos en nuestro blog una entrada titulada “Dolor crónico de espalda: en la búsqueda de mejores tratamientos…”. La entrada de hoy bien podría ser la segunda parte de la susodicha. Un estudio comparando los efectos sobre el dolor y el bienestar de 2 tratamientos diferentes. Uno clásico, con lo de siempre. Otro poniendo en práctica el conocimiento científico más actual. Mismas conclusiones: lo de siempre puede servir, pero si queremos conseguir los mejores resultados debemos actualizar nuestra forma de trabajar. Mal que le pese a algunos…

Terapia cognitiva

En el estudio participaron 92 personas (63 en análisis final) con un dolor lumbar no específico de una duración superior a 3 meses y de una intensidad —en los últimos 14 días— mayor de 2 en una escala de 0 a 10. El grado fue inhabilitación por el dolor, según el índice de inhabilitación Oswestry (ODI), era superior al 14%. El dolor presentado aumentaba y disminuía con según las posturas adoptadas y en función de los movimientos y actividades realizadas.

Los pacientes fueron divididos en 2 grupos para llevar a cabo un tratamiento de 12 semanas de duración y un seguimiento de 3 años.

– Terapia cognitiva funcional (CFT). 

Tras haber realizado una entrevista personal y ser sometidos a un examen físico, se identificaron los factores que parecían influir más en su estado de dolor. El tratamiento siempre estuvo individualizado y enfocado a la modificación de estos factores —multidimensionales ellos—.

Los componentes de intervención eran:

1.Dar sentido al dolor.

El objetivo era que las personas entendieran los diferentes y variados factores que podrían estar influyendo en su dolor. A su vez, se llevaron a cabo conversaciones cuyo objetivo era eliminar creencias negativas.

2. Exposición con control.

2.a. Ejercicios funcionales. Se trataba de normalizar posturas y comportamientos motores que les dolían, temían o evitaban. Para ello se realizó una exposición gradual a tareas significativas y que previamente les provocaba dolor, miedo o evitación. Asimismo se les hizo consciente y se les motivó a eliminar las respuestas motoras protectoras.

2.b.  Integración funcional. Con objeto de generalizar el aprendizaje y aumentar los niveles de autoeficacia, las nuevas posturas y movimientos fueron integrados en las actividades funcionales que les provocaban dolor y estaban directamente relacionadas con sus objetivos.

3. Cambio de estilo de vida.

Si no hacían suficiente, se les pidió que incrementaran gradualmente los niveles de actividad física —elegida según preferencia y perfil clínico— a 3-5 días a la semana. Además, si se consideraba relevante, se les alentó a modificar los hábitos de sueño y a manejar de otra manera el estrés.

La sesión inicial fue de 1 hora de duración y las siguientes de 30-45 minutos. Los fisioterapeutas encargados de realizar el tratamiento veían a los pacientes semanalmente en las 2-3 primeras sesiones. Después, la frecuencia disminuyó a 1 sesión cada 2-3 semanas. El número medio de tratamientos por persona fue de 7.7 (de 4 a 16).

– Terapia manual y ejercicio (MT-EX).

Tras haber realizado una entrevista personal y ser sometidos a un examen físico, las personas de este grupo se sometieron a un tratamiento que consistía en la manipulación y la movilización de la columna o de la pelvis. La dosis y las técnicas fueron seleccionadas a criterio de los fisioterapeutas encargados de realizarlas (todos especialistas en terapia manual ortopédica). Además de esto, la mayoría de participantes (82.5%) recibieron un programa de entrenamiento, que incluía ejercicios generales o de control motor, para realizar en casa. La sesión inicial fue de 1 hora de duración y las siguientes de 30 minutos. El número medio de tratamientos por persona fue de 8 (de 3 a 17).

¿Qué ocurrió con estas personas tras 3 años de seguimiento?

En la siguiente tabla se recogen los valores de inhabilitación ODI para ambos grupos. Puede observarse que el grupo CFT presentó menor nivel de inhabilitación que el grupo MT-EX. Esto ocurrió a los 3 meses, al año y a los 3 años de seguimiento. A los 3 años el valor de ODI fue 6.6 puntos menor en el grupo CFT que en el grupo MT-EX, lo que representa un tamaño del efecto moderado.

En la tabla se muestra el porcentaje de personas de ambos grupos que alcanzaron un cambio con relevancia clínica. Esto es: 10 o más puntos de mejora en ODI. A los 3 años se observaron diferencias importantes entre grupos. A los 3 años el porcentaje de las personas experimentaron este cambio fue de 63 y de 34 para el grupo CFT y MT-EX, respectivamente.

Los valores de dolor en la última semana, a los 3 años no se observaron diferencias significativas entre grupos. Aunque la puntuación en la escala numérica del dolor fue 0.6 puntos menos en el grupo CFT.

Algo parecido se observó en la proporción de participantes que alcanzaron un cambio clínico importante (2 o más puntos de mejora), no hubo diferencia entre grupos a los 3 años. Sin embargo, a los 3 meses y después de un año el porcentaje de personas que presentaron estos cambios fue mayor en el grupo CFT.

Por último, el grupo CFT presentó menores niveles de ansiedad y depresión (escala HSCL-25) y menor puntuación en un cuestionario de creencias miedo-evitación en el trabajo (FABQ-Work) a los 3 meses, al año y a los 3 años. Este grupo también presento menor puntuación en la subescala física del cuestionario creencias miedo-evitación (FABQ-Physical) a los 3 meses y al año, pero no se observaron diferencias entre grupos a los 3 años.

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