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Efectos de la regularidad y duración de sueño en la salud cardiovascular

Un reciente estudio, cuyos resultados han sido publicados en la Journal of the American College of Cardiology, demuestra que las probabilidades que tiene una persona de sufrir una patología cardiovascular se aumentan progresivamente a medida que se incrementa la variación diaria del horario y la duración del sueño de esta. Estos hallazgos ponen de manifiesto la importancia de incluir la consistencia en los patrones de sueño dentro del espectro de variables que deben considerarse en la búsqueda de una buena salud cardiovascular.

Para realizar el estudio los investigadores evaluaron —durante 1 semana— las características del sueño de más de 1900 personas de entre 45 y 84 años, de diferentes razas y etnias, todas ellas sin historial de enfermedades cardiovasculares. Esta evaluación se realizó empleando diferentes metodologías: actigrafía, polisomnografía y cuestionarios para conocer la percepción subjetiva que tenían estas personas hacer de la calidad y cantidad de su sueño. Al finalizar las mediciones, se les llevó un seguimiento médico de 5 años de duración. Durante este período 111 personas manifestaron algún problema cardiovascular como aterosclerosis, infarto de miocardio u otras patologías coronarias. Lo que encontraron al analizar los datos es que existía una relación muy fuerte entre la irregularidad del sueño y las probabilidades de tener un problema de esta índole. En concreto, observaron que por cada aumento de 1 hora de desviación con respecto al momento medio de inicio de sueño y a la duración media registrada durante la evaluación, la persona aumentaba el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular en 5 años en un 18% y 36%, respectivamente.

Es importante tener en cuenta que esta relación se encontró una vez se ajustaron otras variables no relacionadas con el sueño (edad, género, raza/etnia, educación, horario de trabajo, índice de masa corporal, presión sanguínea, colesterol, tabaco, actividad física y síntomas de depresión) y relacionadas con él (duración, eficiencia y apnea de sueño, síntomas de insomnio, somnolencia y cronotipo reportado, y porcentaje que ocupan las diferentes fases del sueño). Esto muestra que la variabilidad en horario y duración del sueño es un factor independiente a otros factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares, y que —en palabras de los propios investigadores— debe ser tenido en cuenta en las evaluaciones clínicas así como en el diseño de intervenciones de prevención.

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