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Secuencia de tareas y aprendizaje motor

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La optimización del aprendizaje de habilidades motoras podemos lograrlo mediante la manipulación de diversas variables. Entre ellas, la organización temporal de las tareas, o lo que es lo mismo, la secuencia en la que practicamos los diferentes ejercicios propuestos para una sesión. 

Podemos programar la sesión de manera tradicional, esto es: completar el total de repeticiones de una tarea antes de pasar a la siguiente. Pero tenemos alternativas. Podríamos irnos al otro extremo y realizar los ejercicios de una manera aleatoria, pasando de uno a otro sin un orden lógico. Esto es lo que se conoce como un entrenamiento con una alta interferencia contextual. De esta manera ya sabemos que tendremos un peor rendimiento durante la práctica de las diferentes tareas, pero también que podemos conseguir un mayor aprendizaje de las mismas, es decir, un rendimiento superior en ulteriores ocasiones. 

Dicho esto, hay autores y entrenadores que recomiendan que la interferencia contextual vaya incrementando de manera gradual y que este proceso venga determinado por el rendimiento de cada individuo. Así, se han propuesto metodologías de entrenamiento como el “win-shift/lose-stay”, que básicamente aboga por cambiar de tarea cuando el practicante tiene éxito en la realización del gesto previo. Por el contrario, si no se consigue éxito, este se vuelve a repetir. 

Supongamos ahora que entrenamos a un equipo de baloncesto. Son personas que han jugado algunas veces, pero que no tienen ni mucha experiencia ni mucho nivel y queremos mejorar la eficacia de sus tiros a canasta. Para ello programamos la realización de lanzamientos con diferentes niveles de dificultad. Tiros que varían en su localización (distancia y ángulo), como se muestra en la siguiente figura.

¿En qué orden sería mejor que se realizasen los lanzamientos? ¿optamos por una programación en bloque o aleatoria? ¿qué tal si elegimos una progresión en la aleatoriedad basada en el rendimiento individual de cada jugador? Difícil elección quizá…Suerte que unos investigadores australianos interesados en el tema realizaron un estudio para resolver dicha cuestión. Veamos qué metodología siguieron y cuáles fueron los resultados obtenidos..

Antes de comenzar el período de entrenamiento, los 36 jugadores realizaron un test para comprobar el rendimiento con el que se comenzaba el experimento. Dicho test consistió en 20 lanzamientos a canasta, 5 desde cada localización y realizados en un orden aleatorio. 

Ese mismo día, transcurrido varios minutos, comenzaron la primera de 6 sesiones de entrenamiento. En cada una de ellas los jugadores completaron un total de 60 tiros, 15 desde cada localización, desde una posición estática. El orden en el que se realizaron varió en los diferentes grupos de jugadores que se crearon —de manera aleatoria— para ello. Había un grupo que realizó los lanzamientos en bloques de 15 repeticiones seguidas del mismo lanzamiento (se equilibró entre los jugadores el orden de los bloques, así cada uno comenzaba y proseguía con lanzamientos diferentes a otros). Otro que los completó de manera aleatoria, de manera no consecutiva. En último lugar, hubo un grupo de jugadores que entrenó de manera más individualizada, ya que solamente pasaban a otra localización de tiro si completaban con éxito el anterior. De esta manera, este último grupo no realizó los mismos tiros en cada una de las localizaciones de tiro, algo que sí ocurrió en los otros dos grupos. En la siguiente figura puede observarse la cantidad de tiros realizados por cada grupo en cada una de las localizaciones de la cancha. 


Al finalizar (retención inmediata) y a los siete días después (retención demorada) de la última sesión de entrenamiento, se volvió a repetir el mismo test de eficacia de tiro descrito anteriormente. Asimismo, se incorporó un test de retención (realizado también a la semana de finalizar) que consistía en 10 lanzamientos —realizados en 2 bloques de 5 con un minuto de separación—desde la línea de tiro libre. 

¿Qué resultados se obtuvieron?

Pues bien, por un lado se encontró que el éxito de lanzamiento (en porcentaje del total) conseguido durante las sesiones de entrenamiento solo mejoró, con respecto al test inicial, en el grupo que entrenó en bloque, que lo consiguió en las sesiones 3, 4, 5 y 6. Además, en la sesión número 5, este mismo grupo consiguió un rendimiento significativamente superior al grupo que progresó en función del éxito logrado. Es curioso que este último grupo tuvo un rendimiento medio inferior durante las sesiones de entrenamiento— excepto en la última de ellas— que en el test basal. (aunque estas diferencias no fueron significativas). Por su parte, el grupo aleatorio no modificó su rendimiento durante las sesiones de entreno. 

Por otro lado tenemos los test de retención y de transferencia, que son verdaderamente valoran en qué grado la persona a mejorado una habilidad. Es cierto que observando los resultados derivados de ellos, podría decirse que todos los grupos mejoraron su rendimiento. Todos aprendieron a lanzar mejor. Pero también lo es que hubo diferencias en cuanto a los test en los que cada grupo logró perfeccionar su tiro (con respecto al porcentaje de tiros logrados en el test inicial). Así, vemos que el grupo “adaptado” mejoró su rendimiento en el test de transferencia, pero no en los de retención, que el grupo “aleatorio” mejoró en ambos test de retención pero no en el test de transferencia, y que el grupo “bloque” mejoró en todos los test realizados.

Con los resultado obtenidos, los autores de este estudio vuelven a demostrar que el rendimiento durante la práctica de un ejercicio no tiene por qué representar el nivel de aprendizaje que se está dando. Así lo describen ellos “la ausencia de mejora durante la práctica no refleja necesariamente la ausencia de aprendizaje, que puede emerger más tarde o bajo diferentes constreñimientos”. Este hecho no solo hace imprecisas las valoraciones de progreso que se realizan mediante el análisis del rendimiento durante una sola sesión, también justifica el uso de metodologías que no buscan la eliminación del error durante la práctica de un gesto. 

A su vez, estos investigadores muestran que no siempre es más adecuada una mayor interferencia contextual en las sesiones de entrenamiento. En este caso, en deportistas poco experimentados y con este tipo de habilidades, parece que la práctica en bloque podría resultar en un mayor aprendizaje motor que la distribución aleatoria y la progresión por éxito de las tareas.  Esto no hace más que corroborar la necesidad de progresión en el entrenamiento, en este caso en el grado de variabilidad presente en la sesión. “Es posible que la organización en bloque aporte a los aprendices poco habilidosos la oportunidad de explorar y de establecer patrones coordinativos básicos antes de incrementar el nivel de interferencia contextual”, concluyen los autores. En cuanto al menor aprendizaje logrado con el entrenamiento en el que progresa según éxito/fracaso, los investigadores aducen que esto podría deberse a una interferencia contextual superior a la requerida por estos jugadores, lo que no les permitió consolidar adecuadamente cada uno de los lanzamientos. Por ello, proponen metodologías alternativas que podrían resultar más efectivas, como el cambio de tarea cuando la persona consiga dos lanzamientos consecutivos con éxito. 

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