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Las adaptaciones son específicas al rango de movimiento con el que entrenamos

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La especificidad en el entrenamiento es clave. En anteriores entradas ya vimos que las adaptaciones dependen de la intención que ponemos (ejemplo), del tipo de ejercicio (ejemplo, ejemplo, ejemplo), del vector de fuerza con el que entrenamos (ejemplo, ejemplo, ejemplo), del tipo de contracción realizada y la carga utilizada (ejemplo, ejemplo, ejemplo, ejemplo, ejemplo), de la velocidad con la que se entrena (ejemplo, ejemplo, ejemplo, ejemplo) del carácter del esfuerzo empleado (ejemplo), del tiempo y modo de recuperación (ejemplo), del grado de estabilidad (ejemplo) o de si entrenamos de manera unilateral o bilateral (ejemplo y ejemplo).

Y ¿qué hay del rango de movimiento? Pues parece que también debe tenerse en cuenta, ya que un nuevo estudio nos muestra que las adaptaciones son totalmente dependientes al rango de movimiento en el que entrenamos.

El entrenamiento— 14 sesiones repartidas en 4 semanas— consistió en una combinación de contracciones isométricas mantenidas y de contracciones isométricas explosivas. Estas se realizaron sentados con un ángulo de cadera de 70º y con un ángulo de rodilla de 65º. 

Cada una de las contracciones mantenidas era una contracción voluntaria máxima. Se les pedía empujar (buscando extensión de rodilla) tan fuerte y rápido como pudieran durante 3 segundos, tras los cuales descansaba 30 segundos. Durante las contracciones explosivas se les pedía realizar cada contracción lo más rápido y fuerte posible, así alcanzaban intensidades iguales o superiores al 80% del torque voluntario máximo en 1 s, luego descansaban durante 5 segundos. En cada sesión realizaban 3 series de 6 y 10 repeticiones de contracciones mantenidas y explosivas, respectivamente, con 2 minutos de recuperación entre series. 

Para comprobar si las adaptaciones producidas son específicas al ángulo con el que se entrenó o se transfiere a otros ángulos, se realizaron diferentes test a 35º, 50º, 65º, 80º y 95º. Para ver si los cambios se debían al entrenamiento realizado se incluyó un grupo control que no entrenó durante ese período de tiempo.

Tras el período de intervención, el grupo que realizó en entrenamiento mejoró el torque voluntario máximo en la angulación en la que entrenó el ejercicio, así como en las angulaciones adyacentes (50º y 80º) y en la posición más extendida de la pierna. El tamaño del efecto fue grande para las mejoras conseguidas en 50º y 65º, pero pequeño para las ganancias en 35º y 80º. Asimismo, se encontraron diferencias significativas en las adaptaciones producidas en el ángulo entrenado y los más cercanos con respecto a, al menos, otro ángulo (50º > 35º y 80º; 65º > 35º, 80º y 95º; 80º > 95º). El grupo control no mejoró el torque voluntario en ninguno de los ángulos. 

En la siguiente figura pueden observarse los cambios producidos en el toque voluntario máximo en ambos grupos. El asterisco (*) indica que las diferencias entre grupos a 65º fue superior a las encontradas a 95º. La otra señal (§) indica que las diferencias entre grupos a 50º fue superior a las encontradas a 95º

A estos resultados, hay que sumarle que la activación neuromuscular (actividad electromiográfica normalizada a Mmáx) registrada durante los test de torque voluntario máximo aumentó tras completar el entrenamiento y, de nuevo, que esto ocurrió sobre todo en el ángulo entrenado (65º) y el más extendido y próximo (50º). También se mejoró a 35º, pero las mejoras fueron menores. A 80 y 95º no se encontraron cambios pre-post. El grupo control tampoco mejoró esta variable a ningún ángulo. 

El torque voluntario explosivo en 50 y 100 ms no se modificó en ninguno de los grupos. Por el contrario, el torque en 150 ms aumentó tras el período de entrenamiento —no en el grupo control— pero solo en el ángulo en el que se entrenó (diferencias no significativas con respecto a control). La actividad electromiográfica registrada durante estos test no se modificó de manera significativa en ninguno de los grupos del estudio. No obstante sí que se observaron cambios en el torque pico evocado (octet peak torque), lo que indica que se dieron cambios morfológicos (ej. hipertrofia) que pueden explicar los incrementos en el torque a 150 ms. 

De los resultados obtenidos por esta investigaciones pueden sacarse varios puntos importantes. En primer lugar, queda patente que las ganancias de fuerza son específicas al ángulo con el que entrenamos, seguramente por la mejora en las activación neuromuscular acontecida. En segundo lugar, que la transferencia de fuerza se da sobre todo hacia posiciones más extendidas (menor ángulo). En tercer y último lugar, hay que tener en cuenta que el torque en los primeros 100 ms no se mejoró. Anteriores estudios mostraron que cuando durante el entrenamiento se realizan únicamente contracciones explosivas esta variable sí se mejora, lo que indica que incluyendo contracciones de diferente naturaleza (en este caso contracciones mantenidas) podemos impedir que se den las posibles adaptaciones que pueden aportarnos un entrenamiento explosivo.

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