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Gimnasia y Densidad Mineral Ósea: Un salto para los deportes minoritarios

«¿Es la Gimnasia una actividad adecuada para mi hijo/a?»

Hoy en día, son numerosas las familias que recurren a la práctica deportiva como un medio de entretenimiento para sus hijos. A veces, son padres concienciados de la importancia de la misma, otras porque atienden a las preferencias de los pequeños de la casa, o en ocasiones no presentan una motivación concreta y simplemente existe una franja horaria en la que no pueden ocuparse de ellos por razones laborales.

Muchos de estos padres se preguntarán cuál puede ser el deporte idóneo para su hijo. Pero entrar en este tema supondría tener que abarcar multitud de factores vinculados a necesidades, beneficios, gustos personales, habilidades motrices o incluso experiencias previas paternales entre otros aspectos (afirmaciones del tipo “mi hijo tiene que ser futbolista” han hecho mucho daño en la infancia de personas que veían otro tipo de aspiraciones frenadas por el ego frustrado de sus progenitores).

Como gimnasta y entrenadora de gimnasia rítmica que he sido durante varios años, sentía la responsabilidad de saber qué ocurría en la estructura corporal de aquellos niños que dedicaban un considerable número de horas semanales a un tipo de acondicionamiento físico que implica amplios rangos de movimiento y un elevado impacto articular continuado. Y si, comparada con otro tipo de disciplinas deportivas, la gimnasia podía ser una opción a tener en cuenta como buena elección. Sobre todo por escuchar en más de una ocasión que “tantos saltos no pueden ser buenos” o “esos niños no crecen” (esta segunda afirmación la trataremos en futuras entradas).

 

Por suerte, las investigaciones científicas aplicadas al campo de la actividad física y del deporte, pueden darnos pistas sobre qué hay de cierto y de erróneo en este tipo de comentarios. Y tal vez ayude a los padres a saber qué hay de positivo en inscribir a sus hijos en alguna de las modalidades gimnásticas existentes. De igual modo, puede abrir un poco el campo de visión sobre los estímulos que entrenadores y profesores de Educación Física plantean en las sesiones destinadas a esos pequeños gigantes.

 

Quiero aclarar que no vamos a afirmar nada que no se haya demostrado con anterioridad sobre el impacto articular y las consecuencias positivas que éste implica para la densidad mineral ósea (DMO). Esta entrada actúa más como una forma entender que la práctica gimnástica adentra una serie de peculiaridades que la convierten en un medio apropiado para el desarrollo óseo de los jóvenes ya en etapa prepuberal.

En esta publicación centraremos la atención en gimnasia artística y rítmica, por ser las que mayor número de practicantes presenta en nuestro país en comparación con trampolín, gimnasia acrobática y aeróbica. Me gustaría señalar la gimnasia acrobática como una alternativa atrayente, por la riqueza motriz que supone (combina elementos de diversas especialidades gimnásticas). Pasaremos a describir los aspectos esenciales que nos ayuden a comprender por qué es un recurso a tener presente para los profesionales de la actividad física.

Captura

Tomada de http://www.olegnaumov.com

A pesar de que las diferencias entre las especialidades gimnásticas son evidentes (los requerimientos de las habilidades coordinativas y capacidades físicas no son idénticas para todas) podemos decir que tienen como denominador común la importancia de un adecuado desarrollo de la fuerza (orientada a la hipertrofia sarcomérica y las mejoras a nivel neural) y una considerable amplitud de movimiento gracias a los importantes rangos articulares que se alcanzan en gran parte de su ejecución.

Dentro de la clasificación descrita por González Badillo y Ribas (2002), se encontraría una predominancia de la fuerza reactiva, concretamente del subtipo elástica-explosiva y refleja.

De aquí deducimos, que entre otras variables determinantes del rendimiento, el salto es un componente preponderante, indispensable y con un indiscutible papel protagonista en este tipo de actividades deportivas.

PERO…¿QUÉ HAY DE BUENO EN ESA GRAN CANTIDAD DE SALTOS?

En base a las premisas teóricas expuestas, nos adentramos en qué nos dice la literatura científica sobre ello. Focalizamos la búsqueda sin hacer distinción de sexo, y tratando de conocer qué ocurre con la densidad mineral ósea de los niños y niñas que practican gimnasia a diferentes niveles, en comparación de los que son activos y/o participan en otro tipo de deporte, destacando aquellas reseñas más influyentes, y dejando al final de estas líneas la referencia de todos los artículos en los que se ha basado la revisión.

 Dicha DMO fue medida con densitometría ósea (DXA) en cuello del fémur, espina lumbar, muñeca y corporal total según sea el artículo al que nos refiramos.

En un estudio longitudinal no muy reciente publicado en 2004 por Nurmi-Lawton et al., y cuya intervención duró 3 años, la DMO de sus participantes se midió cada año en 3 ocasiones; comprobando que, de todas las niñas de entre los 8 y los 17 años, aquellas que eran gimnastas de artística presentaban una DMO entre un 13 y un 28% mayor que las activas que no participaban en ninguna modalidad deportiva competitiva. Y no sólo eso, sino que también tenían una mayor masa ósea, habiendo 170 gramos más de componente mineral óseo corporal en el caso de las gimnastas. Comentar que también se incluyó un análisis de las madres, observando que no había diferencias significativas entre ambos grupos, por lo cual parece ser que los factores hereditarios no afectaron a los valores hallados en las hijas.

En esta línea, otro artículo incluyó varones en su proceso, y expuso que aquel grupo compuesto por gimnastas, en comparación con el grupo control (niños activos e inactivos) tenían una mayor densidad ósea, que no por ello un tamaño óseo mayor (Ward, K. A. et al., 2005).

 

En cuanto a la etapa prepuberal, encontramos en 2012 una comparación entre gimnastas de rítmica y niñas que sólo realizaban dos horas de actividad física a la semana correspondiente a la asignatura de Educación física. Aquí se analizó los valores de DMO, adipocitokina grelina y leptina durante doce meses, para averiguar si había una relación entre ellas. Los resultados nos dicen que en ambos grupos hubo un aumento de la densidad mineral ósea, pero sólo en el grupo de niñas desentrenadas se acompañó de una subida en los valores de estas hormonas. Algo que no ocurrió en las gimnastas, donde la leptina no tuvo un incremento significativo [para profundizar en ello recomiendo comenzar con la lectura del artículo de revisión de Quesada Gómez, J. M. (2006) sobre los mecanismos moleculares de la interacción entre leptina y osteoblasto, y cómo esta hormona puede tener un posible efecto estimulador o supresor en la formación de hueso]. Se sugiriere de este modo que es la alta carga mecánica a la que se someten las gimnastas la que dota de efectos beneficiosos a su mineralización ósea, y que actúa como contrapeso de los efectos negativos que conlleva presentar niveles bajos de leptina respecto al componente óseo. Estos autores mostraron en una publicación anterior, que la práctica de actividad física con un alto coste energético (el grupo lo formaban gimnastas de 8 años de edad) no causó un retraso de la edad de maduración ósea (evaluado mediante radiografía).

 Existen contradicciones al respecto, ya que a pesar de evidenciarse una mayor densidad en gimnastas frente a otros perfiles poblacionales (bien sean activos o practiquen otro deporte), no siempre hay una correlación con la hormona leptina, lo cual sí aparece de la mano de Gruodyte, R. et al. (2010). Se afirma en su publicación que de entre diversos deportes, sólo en aquellas que eran gimnastas (13-15 años) se dio una correlación entre su DMO y elevados niveles de leptina.

 Algo que me ha parecido muy interesante, es que estas consecuencias positivas no ocurren solo en gimnastas de élite, intuyendo que no es necesario un número elevado de horas semanales de entrenamiento para conseguir estos importantes resultados para la salud del hueso. Por un lado, vemos que gimnastas de entre 6 y 11 años de edad, que practicaban un número de horas diferente (desde 16 hasta 5 a la semana) no tenían diferencias atendiendo a la fuerza ósea, sólo los había en la masa magra del brazo (Burt et al., 2012). Por otro, de 2009 tenemos una intervención que señalamos por su nada despreciable n= 120 (formada por niños de 4 a 9 años, gimnastas de nivel recreacional, ex-gimnastas y no-gimnastas). En este segundo gimnastas y ex-gimnastas (en los 4 meses anteriores no habían practicado) presentaban mayor fuerza ósea que los no-gimnastas (niños que nadaban o pertenecían a campus de verano), lo cual da pista sobre el mantenimiento de sus efectos tras un tiempo de inactividad.

La limitación principal que se deriva de esta indagación es que, en el caso de los estudios que tratan con sujetos puberales, los resultados deberían tomarse con más prudencia, ya que los cambios hormonales son un factor que afecta al desarrollo anatómico y fisiológico en esta etapa madurativa. Y más aún porque hay una predominancia femenina en los sujetos estudiados (recordemos que el inicio de la menstruación así como la antesala de ella influye directamente en el desarrollo que va a sufrir la niña en el paso de la infancia a la adolescencia).

Y os lanzo una pregunta…

¿Y SI PREVINIERA LA APARICIÓN DE OSTEOPOROSIS EN LA ETAPA ADULTA?

La Fundación Internacional de Osteoporosis afirma que al llegar a los 50 años, 1 de cada 3 mujeres sufrirá una fractura derivada de la osteoporosis, mientras que en hombres la estadística refleja que serán 1 de cada 5. Por lo que, a partir de dicha edad, más en mujeres que hombres, hay un riesgo elevado de enfrentarse una fractura. Si consideramos lo indispensable que resulta tras estos episodios una buena rehabilitación para volver a una óptima calidad de vida, y lo difícil que en muchas ocasiones resulta dar con un adecuado proceso de recuperación, la prevención desde un estilo de vida saludable y activo debería tomarse como herramienta indiscutible para ésta y las múltiples enfermedades a las que nos vemos expuestos a día de hoy.

Ya en 2004, Zanker et al. vieron que en mujeres que habían sido gimnastas, y donde el cese de esta actividad se había dado hace incluso doce años, las consecuencias óseas que acompañaban a la gimnasia no se revirtieron a pesar de dejar de dedicarse a ella.

      Sin más, te animo a incluir en tus sesiones, ya seas profesor o entrenador de niños y adolescentes, ejercicios que impliquen despegar esos pies inquietos del suelo! (lo cual facilitará proponérselo también a clientes adultos)

Y si eres padre, ya sabes algo más sobre qué puede suponer para la salud de tu hijo estar tanto tiempo por los aires…

                                                                           

“El hombre que no sabe correr, saltar, nadar… es como un automóvil en el que sólo se emplea la primera velocidad.”
Jean Giraudoux

BIBLIOGRAFÍA:

  • Burt L. A. et al. (2012). Non-elite gymnastics participation is associated with greater bone strength, muscle size, and function in pre- and early pubertal girls. International Osteoporosis Foundation, 23, (1277-1286).
  • Erlandson, M. C. et al. (2011). Precompetitive and recreational gymnasts have greater bone density, mass, and estimated strength at the distal radius in young childhood. International Osteoporosis Foundation, 22, 75-84.
  • Gruodyte, R. et al. (2010). Adipocytokines and bone mineral density in adolescent female athletes. Acta Pediatrica, 99, (1879-1884).
  • Gruodyte et al. (2010). The relationships among bone health, insulin-like growth factor-1 and sex hormones in adolescent female athletes. Journal Bone Mineral Metabolism, 28, (306-313).
  • Kerry, L. et al. (2002). Upper-limb bone mineral density of female collegiate gymnasts versus controls. Medicine and Science in Sport and Exercise, 34(11), 1830-1835.
  • Laing, E. M. et al. (2005). Initial Years of Recreational Artistic Gymnastics Training Improves Lumbar Spine Bone Mineral Accrual in 4- to 8-Year-Old Females. American Society for Bone and Mineral Research, 20(3), 509-519.
  • Nurmi-Lawton, J. A. et al. (2004). Evidence of Sustained Skeletal Benefits From Impact-Loading Exercise inYoung Females: A 3-Year Longitudinal Study. American Society for Bone and Mineral Research, 19(2), 314-322.
  • Quesada Gómez, J. M. (2006). Leptina y hueso: mecanismos moleculares de la interacción leptina-osteoblasto. Hospital Universitario Reina Sofía (Córdoba).

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1 Comment

  • Prasad
    Responder Web Designer

    Totalmente de acuerdo con todos los conmtearios. Realmente es una pena que por culpa de no poder disfrutar de unas instalaciones fijas y en condiciones ( con foso) vaya a llegar un momento en el que nuestros hijos y gimnastas, se tengan que plantear o el cambiar de ciudad para poder seguir con sus entrenamientos o dejar la pre1ctica de este maravilloso deporte. daltimamente hemos sufrido dos lesiones de importancia a causa de no disponer de foso y lo peor que puede pasar es que los nif1os cojan miedo a los aparatos.

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