He de reconocer que mis habilidades culinarias no son muy grande, pese a que me gusta mucho cocinar. Una vez hecha la advertencia entenderéis mejor como hace unas semanas acabé sufriendo la ira de un flamante nuevo cuchillo con borde cerámico que me hizo un corte perfecto en toda la yema de mi dedo meñique izquierdo. Resultado: mucha sangre, 3 puntos (de los de papel), y un dedo inutilizado durante unas semanas. Menos mal que es el pequeño, que tampoco se usa para tanto (pensé erróneamente…)

Mi dedo morado haciendo el trabajo del naranja…
Si colocáis vuestros dedos sobre el teclado podréis ver la importantísima función que tiene este dedo para pulsar entre otros la tecla de las mayúsculas, cosa que debe hacerse bastante a menudo si no quieres parecer un maltratador de las reglas gramaticales. El cuerpo, que es muy listo, rápidamente busca soluciones para suplir la función de su pequeño lesionado, ya que además si me despistaba e intentaba usarlo el dolor era bastante gracioso. Para evitarlo nuestro sistema nervioso hace que el dedo contiguo se ocupe de pulsar las teclas que antes pulsaba él, lo que provoca un desplazamiento y una rotación de la mano y muñeca para que el nuevo trabajador alcance su objetivo. Esto me produjo durante estas semanas un primer problema en forma de molestias por tener que hacer movimientos raros para los que además no está acostumbrado. Mi cuerpo, ante una lesión, ha creado un nuevo patrón motor (antiálgico), y además lo ha hecho de una forma bastante rápida ya que en pocos días el movimiento se vuelve bastante natural y no tengo que pensar en ello, es automático. Los 9 dedos trabajan armoniosamente (aunque con una sobrecarga progresiva en la mano con 4 dedos útiles) y mi dedo meñique izquierdo disfruta de una baja laboral sin sobresaltos mientras se cura.
Pero lo mejor estaba por venir.
Una vez recuperado el dedo y sin molestias me dispongo a volver a usarlo, ya ha estado suficientes días de baja y le toca volver al trabajo, pero algo pasa. Aunque ya no me molesta e intento usarlo mi cerebro se resiste, el nuevo patrón ha reemplazado al anterior y el meñique sigue sin tener una función en mi mecánica de tecleo. Si quiero que éste trabaje y pulse sus teclas tengo que centrar mi atención en que se mueva, a veces luchando ferozmente por la pulsacíon por su vecino mayor que se ha ganado el puesto durante varias semanas y se resiste a abandonarlo. Visto esto toca volver a aprender el patrón antiguo reemplazado, cosa que hago mientras escribo estas líneas. Para ello me tengo que obligar a escribir más lento, dedicando parte de mí atención consciente a un proceso que antes era automático, pero poco a poco cada vez me cuesta menos y el meñique recupera su función sin problema.
Este ejemplo es aplicable a cualquier lesión que nos provoque un patrón erróneo, pero también a cualquier patrón erróneo adquirido por cualquier otra razón diferente. En próximas entradas iremos viendo todas las formas que tenemos de cambiar un patrón de movimiento, ya sea de un gesto deportivo o de las actividades de nuestro día a día.
Si tienes cualquier pregunta o quieres aportar algo no dudes en hacerlo en los comentarios. ¡Un saludo!