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El poder de la palabra

Si como profesionales tuviéramos que incluir en una lista las herramientas que utilizamos en nuestro día a día, ¿en qué lugar aparecería la palabra? O…sin embargo, ¿nos olvidaríamos de ella? Qué decimos y cómo lo decimos tendrá una repercusión directa sobre nuestro paciente y su recuperación.

El impacto de la palabra del profesional sanitario fue analizado en sujetos con lumbalgia:

«The enduring impact of what clinicians say to people with low back pain»

En 2013, Darlow y su equipo llevaron a cabo un estudio incluyendo un grupo de 12 casos de lumbalgia aguda (menos de 6 semanas de duración) y otro de 11 casos de lumbalgia crónica (más de 3 meses de duración). Se basó en una entrevista personal con una serie de preguntas preestablecidas como ¿Qué ideas o creencias tiene acerca de la lumbalgia y cómo cree que puede cambiar este dolor? o ¿Dónde o a quién consulta si tiene dolor? Además de la realización del cuestionario de discapacidad Roland Morris y la escala Tampa de kinesiofobia.

El propósito fue explorar cómo la información que reciben los pacientes desde diferentes fuentes determina sus actitudes y creencias en relación a su experiencia dolorosa. Las primeras fuentes consultadas son los medios de comunicación, Internet y opiniones de familiares y amigos, y en un segundo plano cuando las respuestas anteriores son insuficientes o no satisfacen sus preguntas, buscan la opinión del profesional sanitario.

Aunque busquen respuestas en Internet o en familiares y amigos, los profesionales sanitarios resultan tener mayor influencia sobre sus actitudes y creencias, no solo marcarán el camino a seguir ante este proceso sino que esas ideas transmitidas perdurarán ante un futuro nuevo proceso.

Estos datos obligan al profesional a gestionar su poder y emplearlo de la mejor forma posible. Fundamentalmente se distinguen dos vertientes, una basada en el reposo y la sobreprotección (no te muevas porque tu columna está desalineada y tus músculos son débiles) y otra cuyo lema sería mantente activo (reposo conlleva a mayor discapacidad). La primera conducirá al miedo, preocupación, frustración, evitación y se aleja de la recuperación, fija la atención en lo negativo; mientras que la segunda enfatiza en lo que sí podemos hacer, aumenta la confianza, acerca a la actividad, elimina barreras y prohibiciones.

La esperanza del paciente en cuanto a la recuperación, de forma errónea, se suele atribuir a factores externos, la responsabilidad recae únicamente en el profesional. El sujeto se mantiene pasivo, evita actividades, se centra en su condición y esto solo conduce a su perpetuación, disminuye su nivel de autoeficacia.

Vranceanu y su equipo (2011) no solo enfatizan la necesidad de adoptar una línea basada en el empoderamiento del paciente, sino que resaltan el poder emocional de la comunicación. Las palabras empleadas condicionan los resultados del tratamiento, pueden minimizan la confianza y la tranquilidad, reforzar percepciones inexactas de la gravedad de la enfermedad, potenciar estrategias ineficaces de afrontamiento como el catastrofismo, evitación y ansiedad y fomentar la discapacidad.

En general, es importante elegir bien las palabras más positivas, tanto cuando se usan para describir una condición para dar recomendaciones o comunicarse de forma general con el paciente. Desde el tono hasta la expresión facial pueden desencadenar una u otra respuesta. ¡Como un nuevo superhéroe, a utilizar nuestro poder!

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